Entretener es una virtud del cine. El entretenimiento es bueno, no hay nada de peyorativo en ello. Sin embargo creo que el cine, como concepto universal, puede y debe ir más allá. O al menos intentarlo. ¿Puede haber “obras de arte” que no entretengan? Por supuesto que sí, al menos en el sentido que podrían no entretener a la mayoría, sino solo a quienes sepan apreciarlas (aunque si no interesa a nadie, entonces se trata de una obra estéril). Pero esto no tendría que perturbar a sus autores, pues estos deben hacer lo que realmente les nazca.
El verdadero cine tiene que entenderse como un entretenimiento que no se base solo en el espectáculo visual, sino en cuestiones más “profundas” (pongo entre comillas también estos conceptos que no me gusta usar tan a la ligera dada su naturaleza subjetiva, su proclamación vanagloriada, o porque a menudo son fuente de controversia), como podría ser una infinidad de simbolismos evocadores de múltiples significados, transgresiones culturales, epifanías de conciencia, efectos catárticos, sublimación de ideas provocativas, experimentación, transmisión de sensaciones sobrecogedoras, reflexiones o análisis sobre la naturaleza humana, denuncias sociales, sátiras políticas, etc. En una palabra: contenido. Y normalmente este tipo de obras dejan huella en nosotros. Nos cambian, aunque no siempre lo percibamos.